Liderar el
debate mundial sobre la guerra contra las drogas: Uno de los llamados que hace
la Comisión de la Verdad en su Informe Final.
Por: Jorge David
Vallejo
“(…) claro que la
paz es posible si se cambia, por ejemplo, la política
contra las
drogas, vista como una guerra. Por una política de
prevención
fuerte del consumo en las sociedades desarrolladas.
Es hora de una
nueva Convención Internacional que acepte
que la guerra
contra las drogas ha fracasado rotundamente”.
Esta frase pronunciada por el Presidente
Gustavo Petro en su posesión el pasado 7 de agosto, marca la orientación que
mantendrá el nuevo gobierno frente a la política de drogas. Tanto Petro, como
la Vicepresidenta Francia Márquez fueron claros en su programa de gobierno y
los debates en los que participaron, con esta nueva visión que apunta a cambiar
el paradigma prohibicionista que impera a nivel global, por unos nuevos
lineamientos enmarcados en la salud pública, la justicia social y los derechos
humanos.
Aunque no ha pasado una semana
desde este suceso histórico en el que se releva el poder por primera vez a un
líder de izquierda de nuestro pais, se evidencia claramente una intención
genuina por divulgar los hallazgos y acatar las recomendaciones de la Comisión
para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No repetición
(Comisión de la Verdad). Así lo demuestran iniciativas como las que se
pretenden: de difundir y promover conversaciones entorno al legado de la
Comisión, en centros educativos, medios de comunicación y diversos escenarios
públicos; retomar el dialogo con el Ejército de Liberación Nacional – ELN; o la
iniciativa de reestructurar la fuerza pública, sacando la policía del
Ministerio de Defensa y creando el Ministerio para la Paz y la Reconciliación
para que remplace al Ministerio de Defensa.
Tal parece que los esfuerzos de
estos primeros días se han enfocado en la búsqueda de la llamada “Paz Total”
acudiendo a la convocatoria a la ”Paz grade” hecha por la Comisión. Lo
anterior, ha suscitado unas nuevas discusiones alrededor del tema del
sometimiento, que debido a las posibilidades que habrá de negociar, ahora es
denominado “acogimiento” a la justicia, de todos los Grupos Armados
Organizados, más allá del ELN, que participan actualmente en hostilidades y amenazan
la tranquilidad de las comunidades en los territorios.
A diferencia del ELN, que nació
bajo unas causas políticas y ha tenido periodos en su historia, en los cuales
incluso ha buscado alejarse del mercado de las drogas, estos otros grupos
criminales, en su mayoría tienen un interés únicamente de lucro, pues se
financian a partir de la extorsión, la explotación ilícita de minerales, el
narcotráfico de drogas ilegalizadas, entre otros delitos. Probablemente por
buscar soluciones rápidas a la escalada de violencia, las masacres y el
asesinato a líderes sociales y ambientales, el nuevo gobierno se la está
jugando por poner como prioridad un asunto que debe ser manejado con pinzas y
sensatez, entre otras cosas porque si no se avanza en las discusiones alrededor
de las políticas antidrogas a nivel nacional y global, en un abrir y cerrar de
ojos estaremos en un círculo vicioso con nuevas estructuras delincuenciales y
residuales que seguirán impidiendo la tan anhelada paz en el pais.
Tal como lo ha señalado el
profesor Santiago Tobón, si no se abre un camino hacia la regulación de las
drogas, empezando por el cannabis y la cocaína, el proceso de negociación para
alcanzar la paz total será asimétrico, pues estos grupos cuentan no solo con
control territorial sino también con el conocimiento del negocio, sus rutas y
el manejo de las operaciones de lavado de activos. A diferencia del Gobierno
que estará en desventaja en cuanto a la conducción de un negocio por
reglamentar y acoger como monopolio que hoy está en otras manos.
Es decir que, poco serviría conceder
beneficios penales a estos grupos a cambio de su desmovilización, si continua
el enfoque prohibicionista, que parte de la utopía de vivir en un mundo sin
drogas. Pues algunos cabecillas y la mayoría en los rangos medios y bajos, no
estarían tan estimulados y prestos a dejar el narcotráfico, pues su demanda a
nivel global es altísima y con jugosas ganancias.
De ahí que la Comisión de la
verdad, no solo expone el negocio de las drogas ilícitas, como un factor de
persistencia y protagonista en el conflicto armado colombiano, sino que además
hace un llamado al liderazgo en el debate mundial sobre la guerra contra las
drogas. Una discusión que fundamentalmente debe ser participativa, con
incidencia de organizaciones civiles nacionales e internacionales, y con
representantes de pueblos étnicos y campesinos, universidades y expertos/as.
Asimismo, la Comisión hace
importantes recomendaciones para que en el marco de este debate, se garanticen
espacios de interlocución y concertación lideradas por las autoridades
territoriales, frente al diseño, la implementación y el seguimiento de la
política de drogas en los territorios, haciendo énfasis en que estos espacios
también deben servir para identificar y compartir propuestas que permitan
avanzar hacia la regulación. Igualmente, propone crear espacios de
reconocimiento y diálogo con las personas y comunidades de manera que puedan
compartir sus testimonios y así visibilizar impactos ambientales, sociales,
culturales y políticos del narcotráfico y la política prohibicionista, y las
diferentes formas para atenderlos y superarlos. Lo cual, luego implicará hacer
los ajustes institucionales, normativos y presupuestales para garantizar la
implementación de nuevas políticas frente al consumo de sustancias
psicoactivas, basadas la reducción de daños y desde un enfoque de derechos
humanos, de género y diferencial.
En definitiva, es esperanzador y
llena de optimismo, ver la sintonía del nuevo Gobierno con las recomendaciones
de la Comisión de la Verdad. Será clave que los discursos se logren
materializar, que por lo menos se sienten las bases de las transformaciones que
nuestro pais requiere. Pero por el afán de mostrar resultados, en este caso en
materia de seguridad, no se puede descuidar el desafío que tenemos de desmontar
el prohibicionismo y la guerra contra las drogas, una tarea para la cual es
urgente perseverar en una discusión de orden internacional, pues solo este
diálogo permitirá un cambio de chip, que empieza por reconocer que es ilógico
pensar en un mundo sin drogas, por lo cual debemos aprender a convivir con
ellas disminuyendo sus males y haciendo un mundo más libre, justo y pacífico.
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