El derecho a la ciudad de las mujeres cannábicas, otra lucha que se suma
a las movilizaciones en Colombia
En el marco de
la coyuntura actual del paro nacional que inició el pasado 28 de abril de este
año, algunas organizaciones como Elementa DDHH, CPAT, Acción Técnica Social,
Humanas Colombia, Teméride, Temblores, Corporación Viso Mutop, Sisma Mujer y la
Red Americana de Intervención en Situaciones de Sufrimiento Social, se unieron
para hacer una propuesta técnica al Comité Nacional del Paro, en relación al
cumplimiento del punto 4 de los acuerdos de paz “Solución al problema de las
drogas ilícitas”.
El Gobierno de
Iván Duque, desconoce los principios y compromisos en este punto del acuerdo y
prueba de ello es el Decreto 1844 de 2018, que al sancionar al consumidor en el
espacio público está abordando el problema desde la represión y no desde un
enfoque de salud pública y derechos humanos. Además, actualmente se intenta
regresar a la erradicación de cultivos ilícitos con Glifosato, una estrategia
que la Corte Constitucional restringió en el 2015 y luego condicionó en el 2017
por sus afectaciones a la salud humana y al medio ambiente.
Aunque los
artículos inconstitucionales del Decreto 1844 de 2018 fueron declarados
condicionados por el Consejo de Estado, en las calles algunos agentes de la
fuerza pública, siguen vulnerando el derecho a la dosis mínima, el libre
desarrollo de la personalidad, y en últimas el derecho a la ciudad, al
perseguir al consumidor e impedir su disfrute tranquilo de parques y lugares
públicos.
El derecho a la
ciudad como derecho colectivo y categoría política en constante construcción
(Correa, 2008), hoy más que nunca se pone de presente para reflexionar en torno
a las luchas de lxs usuarixs de estas sustancias, por los derechos a acceder y
gozar de los bienes urbanos de la ciudad. En tal sentido, vale la pena que el
tema se ponga sobre la mesa de los diálogos y negociaciones, se escuchen las
voces de lxs usuarixs y se propongan otras narrativas menos moralistas y más
racionales alrededor de las drogas, en un país que ha sido de los más afectados
por el prohibicionismo.
Ana Falú (2014)
por otra parte, nos dice que “el derecho a la ciudad no es sino construcción
permanente y conflictiva, en la que la incorporación de la categoría género en
su análisis y reflexión, permite dar cuenta de las asimetrías de las relaciones
jerárquicas y de subordinación entre hombres y mujeres” (p. 19) que además se
expresan en lo territorial, por lo cual la protesta en las calles ayuda a
develar y deconstruir los patrones que mantienen y reproducen estas asimetrías
y dinámicas de injusticia y desigualdad.
De manera tal
que, la reivindicación del derecho a la ciudad por parte del Movimiento
Cannábico y especialmente de los Círculos de Mujeres Cannábicas, se constituye
en un gran aporte en esta coyuntura nacional, que nos ha mantenido en una
montaña rusa de emociones durante las recientes semanas, pero de la que tenemos
muchas esperanzas de avanzar en las transformaciones profundas que Colombia
necesita.
Precisamente,
el pasado 8 de mayo, tuvo lugar la Marcha Mundial de la Marihuana en Medellín, a
la que asistió el Circulo de Mujeres Cannábicas del Valle de Aburra, en un
contexto de pandemia, con un sistema de salud colapsado, por lo cual se
estableció un toque de queda continuo desde el viernes 7 de mayo, a las 8 de la
noche, hasta la madrugada del lunes 10 de mayo. Pese a lo anterior, la marcha
se hizo y en eso fue crucial el impulso del Paro Nacional, que ha activado los
ánimos de resistencia y el furor de ciudadanías críticas e insurgentes que se
toman las calles y el ciberterritorio, produciendo una especie de revolución
molecular por la defensa de los derechos ante un gobierno cada vez más
autoritario.
Valga resaltar
que los estados de excepción no pueden limitar el derecho a la protesta y eso
fue lo que entendió la movilización popular, luego de la cuestionada y
desobedecida decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, que buscaba
suspender las marchas del 28 de abril y del 1 de mayo, día del Trabajo.
En Bogotá el punto de concentración inicial era el Parque de los Hippies, pero debido a la alerta roja de la ciudad por cuestiones de capacidad de camas UCIs, el Carnaval Cannábico fue aplazado por las organizaciones convocantes. En Medellín por su parte, como es costumbre, la marcha salió desde el Teatro Pablo Tobón Uribe y se concentró luego en el Parque de las Luces, reuniendo a más de 7 mil personas.
Ella me envió
un audio de Whatsapp con las razones por las cuales está saliendo a marchar con
el Circulo de Mujeres Cannábicas:
Como mujeres que hacemos parte de Comunidad Cannábica,
hemos asistido en representación de las mismas a diferentes marchas en el marco
del paro nacional del 2021. Algunas de nuestras principales razones son las ya
mencionadas reformas que nos afectan, no solo a nosotras sino a nuestras
familias. Marchamos también porque aún estamos en una sociedad que le cuesta
visibilizar el trabajo de la mujer en la sociedad. Marchamos porque como
consumidoras de cannabis, nos vemos mucho más expuestas al abuso de la
autoridad por parte de la policía, no solo como mujeres sino como consumidoras.
Marchamos porque es momento de apropiarnos de espacios en los que hemos sido
excluidas por estereotipos de mujeres débiles y delicadas y es hora de
demostrar que somos fuertes y resistimos a un Estado y un Gobierno que nos
quiere víctimas. Como mujeres cannábicas marchamos y resistimos también por la
liberación de una planta que sana (Lorena, mensaje de voz vía Whatsapp,
31 de mayo de 2021).
Interpretando
esta narrativa, se pueden apreciar las principales razones que motivan a las integrantes
del Circulo de mujeres cannábicas a salir a movilizarse en el marco del Paro
Nacional. En primer lugar, llama la atención que el tema de la reforma
tributaria, si bien fue considerado como florero de Llorente o la gota que
llenó la taza; pasó a un segundo plano, al igual que la reforma a la salud y la
pensional. Se trata entonces de un estallido social producto de una serie de
opresiones y violencias estructurales que vienen acumulándose a lo largo de la
historia, y se acrecientan en el contexto de la pandemia y con la llegada al
poder de un gobierno desconectado, insensible y poco eficaz, que no ha tenido
ni siquiera la voluntad política de implementar efectivamente los acuerdos de
paz firmados con las FARC en el 2016. De tal manera que, la indignación y la
rabia explotan y es lo que estamos viviendo, una sociedad convulsionada,
rebelde y con ganas de organizarse popularmente. Una Colombia con mayor
pensamiento crítico, que está cansada y en la que además lxs jóvenes
precarizados no se sienten representadxs ni siquiera por los líderes sindicales
del Comité del Paro.
En segundo
lugar, Lorena explica en un tono feminista, que reivindica el derecho a la
ciudad de las mujeres, las razones por las que se suman a este paro. Al decir
que marchan porque “a la sociedad le
cuesta visibilizar el trabajo de la mujer”, nos está llamando la atención
sobre como los hombres históricamente han sido los visibles y representativos
en la mayoría de escenarios públicos; y al expresar que marchan “porque es momento de apropiarnos de espacios
en los que hemos sido excluidas por estereotipos de mujeres débiles y
delicadas” también está haciendo una denuncia al sistema patriarcal y al
sistema heteronormativo, que establece unos roles fijos de género, bajo una
concepción dicotómica de que solo existen dos sexos, y que cada sexo tiene unos
patrones, comportamientos y determinaciones naturales, lo cual instala los
prejuicios y estereotipos que se denuncian y cuestionan en sus pancartas y
arengas durante las marchas.
De acuerdo con
Ana Milena Montoya (2012) y Juliana Toro y María Ochoa (2017) las violencias de
género en los espacios públicos, obedecen a una discriminación de carácter
sexista que da cuenta de la desigualdad y de la dominación de un sujeto sobre
otro. Perpetuada por el patriarcado y su sistema de creencias que delimitan lo
que hace un hombre y lo que hace una mujer.
En esa misma
línea, Ana Falú (2014) nos plantea que estas creencias remiten a estereotipos
de dominación masculina, aún vigentes en nuestras sociedades. Cuyos efectos en
la cultura patriarcal van a perpetuar una construcción identitaria de las
mujeres en su carácter de objetos de subordinación y dominación, “que se
expresan como formas de supuesta protección” (p. 24), y como formas de
violencia en lo público y en lo privado.
En tercer
lugar, según Lorena, las mujeres de este colectivo cannábico también están
saliendo a marchar porque como consumidoras de cannabis, se ven mucho más
expuestas al abuso de la autoridad por parte de la policía. De lo cual se puede
inferir la exigencia de que se dé una reforma policial participativa, y que
esta incluya de manera más vigorosa el enfoque de género y diferencial en todas
sus intervenciones.
Para Ana Falú
(2014) “las violencias que sufren y viven las mujeres en el ámbito público son
aleatorias y pueden ocurrirle a cualquier mujer independiente de su clase,
educación, edad, etnia o lugar de residencia” (p. 19), en el caso de las
mujeres cannábicas, el imaginario de que los hombres son quienes más fuman
marihuana, hace que ellas sean menos requisadas por la policía; pero cuando les
ocurre, son abusadas y estigmatizadas de forma más fuerte, por esa idea sexista
de que al ser mujeres tienen que tener mayor abstención a estas sustancias y
evitar a si mismo los lugares de libre consumo o zonas de tolerancia.
Así pues, como
lo plantea Juliana Toro (2015):
Hay
violencias que las mujeres padecen cotidianamente y que influyen en
sentimientos de inseguridad y de extrañamiento permitiendo que los espacios
públicos sean predominantemente masculinos y se evidencia la necesidad de que
las mujeres se apropien de la ciudad y cuenten con las condiciones para que puedan
transitar tranquilamente (p. 3)
De tal forma
que estos sistemas de opresión y las restricciones que se ejercen contra las
mujeres en la ciudad, dificultan su acceso, disfrute e irrupción plena como
ciudadanas en lo público (Ana Falú,
2014) operando como una limitación a su derecho a la ciudad.
Son entonces
muy valiosas las apuestas éticas, políticas y estéticas que se hacen desde el
Circulo de Mujeres Cannábicas para develar el continuum de violencias y limitaciones al derecho a apropiarse y
disfrutar del espacio público. Igualmente, tal como lo plantea Montoya (2012)
la participación de las mujeres en los movimientos sociales al interior de las
ciudades, refuerzan la conciencia del lugar que ocupan en el cambio urbano,
permitiéndoles identificar “las razones por las cuales las mujeres han sido
poco reconocidas por las políticas y la planificación urbana” (Ana Montoya,
2012, p. 108).
El goce
efectivo de los derechos humanos de las mujeres, implica la eliminación de
respuestas represivas y autoritarias, que han generado un ambiente de violencia
en las ciudades, en este caso evidenciada en la persecución y criminalización a
las mujeres consumidoras, cultivadoras o que por su vulnerabilidad se han visto
en la necesidad de ingresar al negocio del microtráfico.
Esta es además
una discusión muy útil para dotar de nuevos sentidos y contenidos el polisémico
derecho a la ciudad, que nos inspira a luchar por su reconocimiento y por la
posibilidad de imaginar, recrear y transformar la ciudad según nuestros deseos.
Referencias
Correa, L.
(2008), ¿Qué significa tener derecho a la ciudad? La ciudad como lugar y
posibilidad de los derechos humanos, consultado el 27 de junio de 2010, en
Colectivo del Interés Público, disponible en http://colectivoip.blogspot. com/
publicaciones y en http://issuu. com/colectivodelip
Falú, A.
(2014). El derecho de las mujeres a la ciudad. Espacios públicos sin discriminaciones
y violencias. Revista vivienda y ciudad, 1, 10-28. Recuperado de:
https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ReViyCi/article/view/9538/10864
Montoya, A. M.
(2012). Aproximaciones sobre el derecho a la ciudad de las mujeres desde un
enfoque de seguridad humana. Revista Ratio Juris, 7(15), 177-189. Recuperado
de:
https://publicaciones.unaula.edu.co/index.php/ratiojuris/article/view/135/126
Toro, J.
(2015). Mujeres, a la calle: configuraciones urbanas, violencia y roles de
género. Un análisis de las violencias hacia las mujeres en espacios públicos de
Medellín.
Toro, J., y
Ochoa, M. (2017). Violencia de género y ciudad: cartografías feministas del
temor y el miedo. Sociedad y economía, (32), 65-84.
Uprimny, R.,
Guzmán, D. E., y Parra , J. A. (2013). Penas Alucinantes: La desproporción de
la penalización de drogas en Colombia.
Uprimny R.,
Guzmán, D, Parra,
J y Bernal,
C . (2014) Políticas
de Drogas frente
al Consumo en Colombia:
Análisis desde Una Perspectiva
de Derechos Humanos. Colectivo de Estudios Drogas y
Derecho.
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