El papel de los
maestros en mi vida
“El mérito sociológico está en la
honrada narración de la vida del maestro de escuela” (Gonzalez, 1941).
No es la primera vez que
hago el ejercicio mágico de recordar a mis maestros, las veces que lo he hecho,
aparecen los mismos y surgen siempre otros nuevos. Hoy que lo hago de nuevo, pienso en una
maestra que siempre ha estado, pero que hasta hoy la reconozco como tal, mi
Madre Noralba Gómez. Ella me enseñó a leer, a sumar, a dividir, me enseñó las
tablas de multiplicar, recuerdo, que me ponía un casete con una canción
infantil para que aprendiera cantando.
Estudié en la Institución
Federico Ozanam, ubicada en el barrio Buenos Aires, allí tuve mis primeros
maestros de los más recordados, el profesor Francisco Javier, “Pacho” y la
profesora Luz Marina. En grado cuarto tuve una profesora que nunca olvidaré, la
profesora Luz Stela Bedoya, este año nos propusieron hacer un reencuentro en su
finca, para volverla a ver y saber de la vida de todos, al final el evento no
cuajo, por las múltiples ocupaciones de los compañeros y la dificultad de
desplazarnos al municipio de la Ceja.
En el bachillerato, tuve
dos grandes maestras, Ana María Gaviria, que recuerdo mucho, me inculco el
gusto por la Filosofía y Luz Marina García, una excelente profe de Matemáticas,
quien descubrió en mi la vocación por lo social, ella identificó en mí un
liderazgo, y me escogió para que fuera en representación del grupo a una
reunión donde se hablaría del CMJ, Consejo Municipal de la Juventud. A raíz de
esta reunión, un año después fui electo en este espacio de participación
juvenil, hecho que cambio mi vida a los 14 años de edad.
Posteriormente, en grado 10°,
conocí a Oliver Esneider Gallego, otro gran maestro de matemáticas, pero como
todos mis maestros, también nos enseñaba a ser mejores personas, él, con su
ejemplo que evidenciaba su humildad y solidaridad, dejó una huella imborrable
en nuestra memoria; cuando llegaba al salón, se camuflaba en la parte de atrás
y observaba quién repasaba las notas y quien copiaba las tareas antes de clase,
era muy astuto y se notaba su amor por la enseñanza, me recuerda ese mensaje
que dejo Carlo Federici (1996) en el
evento de aniversario de sus 90 años, hay que estar satisfechos de recibir
honores, no tanto por un trabajo o un deber cumplido, sino por un placer gozado.
Llegue a la universidad
en el 2009, y aparece un gran Maestro, que hasta el día de hoy la vida ha
cruzado en mis caminos, Luis Felipe Dávila; en segundo año de Derecho en la
Universidad de Medellín, me dio clase de Hermenéutica jurídica, justo por esos
días, me encontraba en un proceso de búsqueda espiritual, el instructorado de
yoga que estaba haciendo en el Centro Cultural Govindas, me había atrapado
tanto, que fui iniciado en el Vaisnavismo, el 11 de julio del 2010, por Guru Maharaj,
en el Templo Sachinanda de Rionegro.
Sin embargo, Kirsnamurti,
Edward de Bono, Osho, Edward Punset, Dávila y Fernando Savater, recomendado por
Dávila, lograron “salvarme”; consiguieron dejarme atrapado por Maya en este
mundo material, me enseñaron además a comprender en carne vida, como “el
liberalismo es una fórmula que comprende toda una historia de luchas, de
movimientos revolucionarios, para la conquista de las varias libertades”
(Gramsi, 1974, p. 20).
Antes de terminar la
Universidad, tuve la oportunidad de conocer a otros dos maestros que hasta el
día de hoy me acompañan y me considero su discípulo: El primero, Andrés Botero
Bernal, mi profesor de Filosofía del Derecho, del que recibo todos los días, a
muy tardes de la noche o en la madrugada sus correos, con artículos de opinión
y critica, sobre todo al séptimo arte, con el aprendí lo pedagógico que es
vincular el Cine y el Derecho. Recuerdo mucho su última clase, en la que nos
dejó tres consejos para la vida: aprender a decir “No”; leer literatura; y no
quedarnos solo con el Derecho, intentar ser interdisciplinarios y de mente
amplia. El segundo maestro que llego a mi vida antes de acabar el pregrado,
aunque no lo conozco personalmente, he leído varias de sus obras y he visto
casi todas sus películas, Alejandro Jodorowsky.
Finalicé mis estudios y
me gradué en el 2015, he tenido varios maestros compañeros de trabajo y jefes
también: Alexandra Castrillón, mi jefa en Escuelas
Juveniles para la Participación, donde trabaje en el 2016; Carlos Arango
“El gato” mi jefe en la Corporación Kairos, donde trabaje en el 2017, en el Programa
Clubes juveniles; y Natalia Ruiz, mi
jefa en el programa “En Plural”
operado por el Parque de la Vida, donde tuve la gran oportunidad de trabajar en
el 2017, año en el que volví a la academia, haciendo la especialización en
Derechos Humanos y DIH, de la Universidad de Antioquia, allí además de conocer
al Maestro Pablo Emilio Angarita, tuve de nuevo el reencuentro con Luis Felipe
Dávila, quien me dio un módulo sobre seguridad y violencia criminal en Medellín,
fue tan inspirador, que sin pensarlo, los caminos de la vida me llevarían a
volver a encontrarme en su círculo, esta vez de una forma más “conurbana” palabra que aprendí de él, en
la Maestría en Educación y Derechos Humanos de la Unaula, hoy Dávila coordina
la línea de investigación de la que hago parte y me siento feliz y agradecido,
por esta gran oportunidad, espero dar lo mejor de mi como discípulo y
aprovechar al máximo a mi Maestro, ya que estaremos tan cerca durante estos dos
años, y quién sabe por cuánto tiempo más.
13/10/2019
Referencias
Gramsci, Antonio. (1974).
Socialismo y cultura. En Antología. Selección, traducción y notas de Manuel
Sacristán, México, Siglo XXI.
González, Fernando.
(2012) El maestro de escuela, Medellín, Eafit.
Zuluaga, Pedro Adrián.
(2019). El derecho a no obedecer: la Antioquia rebelde, Revista Arcadia # 166,
del 27 de agosto al 24 de septiembre de 2019.
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