La situación en
Venezuela, ha llevado a que “4.296.777 personas hayan salido del país; esta
cifra puede ser más alta, teniendo en cuenta que los países a los que llegan,
no toman en cuenta a venezolanos sin un estatus migratorio regular” (Plataforma
de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela – R4V, 2019).
Según cifras oficiales,
en Colombia “ya son 1’408.000 inmigrantes venezolanos, de los cuales, un número
de alrededor de 400.000 son colombianos retornados y casi 400.000 personas en
tránsito al sur del continente” (Rodríguez, 2019); Solo 676,093 de ellos, se
encontrarían de forma regular en Colombia, según datos de La Plataforma
Regional de Coordinación Interagencial, de la Agencia de las Naciones Unidas
para los Refugiados - ACNUR y la Organización Internacional para las
Migraciones- OIM. En Medellín hay cerca de 66.000 venezolanos, de los cuales
44.000 están regularizados (Villarroel, 2019).
En el marco del Seminario
de Cultura Política, de la Maestría en Educación y Derechos Humanos, de la
Universidad Autónoma Latinoamericana, el Profesor German Darío Valencia, nos
deja la pregunta sobre los efectos que trae esta migración de venezolanos, a la
Cultura Política, de los habitantes de Medellín.
En atención a esta
invitación a reflexionar y analizar este fenómeno social, en este ensayo, me
propongo primero dar una aproximación teórica sobre la Cultura Política y la
perspectiva de la que partiré, para luego plantear mi respuesta, que en parte
se inspira en la conferencia que dio el pasado jueves, el psicólogo cognitivo
de la Universidad de Harvard, Steven Pinker, invitado a la
ciudad por motivo de la celebración de los 65 años de Comfama, dónde por medio
de datos y mediciones, nos invitó al optimismo.
Adicional a lo anterior, me
pondré el sobrero amarillo que propone Edward de Bono en su técnica de “Los
Sombreros de Colores para pensar”, para mostrar algunas oportunidades que
tenemos en términos de cultura política, si aprendemos de esta situación y de
los venezolanos, que viven una de las diásporas más grandes de la historia de
la Humanidad, de la cual según las cifras mencionadas, “Antioquia es el quinto
departamento del país que más habitantes del vecino país ha recibido y Medellín
la ciudad con mayor oferta y cobertura para esta población en salud, educación
y empleo formal” (López, 2019).
Empiezo entonces, por
enmarcar el concepto de cultura política, que el Profesor German Darío Valencia,
resume como “Experiencia histórica colectiva”.
La Cultura política como
categoría de estudio en las ciencias sociales y políticas, surge como tal, bajo
un macromolde empírico-analítico ligado al conductismo y al enfoque
psicosocial, que buscaba “penetrar en el santuario interior del actor político,
con un rigor y una metodología previamente validada” (Losada y Casas, 2008,
Pág. 82). Los aportes de Amond y Verba,
aunque se mantienen en este macromolde, tienden puentes con el macromolde
hermenéutico, y son considerados de enfoque estructural-funcionalista,
sistémico o culturalista; estos pensadores, presentan la cultura política como
“una variable independiente, que permite explicar las características de
diversas democracias y las pautas de comportamiento de los ciudadanos en cada
una de éstas” (Botella, 1997, pág. 20).
Según Amond y Verba, este
conjunto de pautas, se puede considerar en tres dimensiones: la temporal (con
la durabilidad como principal atributo), la horizontal (omnicomprensividad, que
abarca a toda la sociedad) y la vertical (estructuración, subculturas con
rasgos específicos), (Botella, 1997, pág. 36). Nos ocuparemos básicamente, del análisis
horizontal de los cambios que se están evidenciando con la creciente migración
de venezolanos, en las pautas y orientaciones de los habitantes de la ciudad,
en relación a los conocimientos, sentimientos y valoraciones, que se tienen frente
al sistema político.
Poniéndonos entonces el
sombrero amarillo, el sombrero de la esperanza, que en la técnica para enfocar
el pensamiento que propone De Bono, invita a pensar en los aspectos positivos, en
este caso de los efectos de la migración venezolana en nuestra cultura
política, y pensando en esa reflexión que nos deja Pinker esta semana, de que,
aunque el mundo tiene problemas, tenemos todos los recursos y capacidades para
superarlos; se podrían destacar entonces, tres aprendizajes muy valiosos que se
están generando con esta situación.
Un primer aprendizaje: el
de darle mayor importancia a los asuntos políticos, el cual se traduce en un
despertar del interés por la política, por parte de muchas personas a quienes
no les interesaban estos temas; entendiendo lo político, desde una “combinación
de sus dimensiones de conflicto y poder” (Warren, 2003, pág. 32); que no se
limita a las relaciones con autoridades institucionales, sino que trasciende
también a otras relaciones con el poder cultural, económico y coercitivo.
Con las herramientas que
hoy tenemos para ver lo que pasa en otros países y ver además la trágica
realidad de tantas familias venezolanas, sin tener que salir de nuestra cuadra,
se toma mayor conciencia de lo importantes que son los políticos, quienes toman
decisiones trascendentales que nos afectan e influyen en nuestra vida. En este
sentido, esto podría disminuir los niveles de abstención, como ha venido
sucediendo en las últimas elecciones, donde pasamos de 60,7% en las elecciones
presidenciales de primera vuelta en 2014, a 46,62% en estas mismas elecciones
en 2018, es decir, “disminuyó en 14 puntos porcentuales, convirtiéndose en la
más baja desde 1974” (Rueda, 2018). En Medellín, el ranking de participación en
las elecciones presidenciales ha venido creciendo, pasó de 49,57%, (De un total
de potenciales sufragantes de 1.412.495) en primera vuelta del 2014, a 63,59%
(De un total de potenciales sufragantes de 1.588.150) en primera vuelta el año
pasado.
Ligado a lo anterior,
algo que es muy importante, es que cada vez más las personas se interesan por
votar bien, es decir, votar de forma más consiente e informada; la gente se está
preguntando por las consecuencias que traería la elección de determinado
candidato o partido político, según sus valores, intereses y prioridades
programáticas.
Mejora por tanto, la orientación
cognoscitiva y valorativa, es decir el interés por conocer los derechos y
mecanismos de participación, crece el interés por conocer las propuestas de los
candidatos y candidatas y crece la tendencia Participante, que se caracteriza
por “que los miembros de la sociedad tienden a estar explícitamente orientados
hacia el sistema político como un todo y hacia sus estructuras y procesos
políticos y administrativos” (Almond y Verba, 1992, Pág. 184).
Un segundo aprendizaje
que quiero rescatar, es uno al que estamos llamados a fomentar, sobre todo,
quienes hacemos parte de la academia. Y es que la situación actual, es una
buena oportunidad, para hacer pedagogía, sobre aspectos esenciales de economía
y política y para ayudar a comprender las grandes diferencias ideológicas de
los diversos movimientos políticos, entre los que se encuentran, los sectores
de la izquierda colombiana, que ha sido estigmatizada, muchas veces sin
fundamentos.
El hecho de que el
término “Castro-Chavismo”, se haya popularizado y ayudado a la derecha y a la
extrema derecha a ganar el Plebiscito del 2016 y las elecciones presidenciales del
2018, da cuenta de las deficiencias que tenemos en educación, en formación
ciudadana y en lo que John Rawls, llamo el uso de la “razón pública”, para que
a la hora de discutir asuntos públicos, lo hagamos sin prejuicios y evitando
caer en irracionalidades.
En ese sentido, la labor
que realizan el sistema educativo, la academia, los medios de comunicación y
diferentes organizaciones y colectivos en formar a la ciudadanía, es
trascendental, para evitar que se siga manipulando al electorado y para crecer
en cultura política, aumentando así, las posibilidades de que vigoricemos nuestros
valores democráticos, siendo parte activa de la política e implicándonos en
ella, pero también, creciendo en otros aspectos más internos, donde “influyen
otras actitudes no políticas, como la confianza en otras personas” (Almond y
Verba, 1992, Pág. 194).
Las redes sociales, por
ejemplo, se han convertido en canales importantes para hacer pedagogía al
respecto y para promover valores democráticos, como el pluralismo;
los videos de YouTube que ha publicado “La Pulla”, del Espectador, sobre este
tema, han sido claves para sensibilizar y explicarle a la gente elementos
fundamentales que les ayuden a entender la situación y para que no se dejen
engañar con la idea de que nos podemos convertir como Venezuela si llega al
poder algún sector de izquierda o centro-izquierda. Por ejemplo, el vídeo “Se nos
vino el Castrochavismo” publicado en febrero del año pasado, ya cuenta con más
de 1.200.000, reproducciones en el Canal de “La Pulla”, que tiene en la
actualidad más de 791.000 suscritos.
De otro lado, un tercer
aprendizaje que nos esta dejando este fenómeno migratorio, tiene que ver con que
estamos viendo la importancia de unirnos para fomentar valores como la
solidaridad, la cooperación, la compasión, el respeto por la diferencia y sobre
todo la empatía. Despertar estos sentimientos, no solo repercutirá
favorablemente en las orientaciones hacia una cultura política más incluyente,
sino que además permite mayores escenarios y alternativas de garantía y
protección de los Derechos Humanos, es decir, construye una conciencia social
de defensa de los derechos en la ciudad.
Este aprendizaje, se une
además con otro tema, y es la gran oportunidad que tenemos de enriquecernos con
la inclusión de estas personas que vienen con otros paradigmas, perspectivas,
tradiciones y hábitos, que pueden aportar al progreso y desarrollo de la ciudad
y el país; ayudándonos a avanzar también en Capital social, si logramos
integrarlos y fortalecer “los grupos y redes; la confianza y la solidaridad; la
acción colectiva; la cohesión social; la información y la comunicación; y el empoderamiento
y participación política” (Restrepo, 2008, Pág. 4).
En Medellín, desde
organizaciones como la Corporación Otra Parte, la Corporación Región y la misma
Caja de Compensación Familiar, Comfama, se ha venido trabajando por estimular
estos valores de solidaridad y empatía por parte de los ciudadanos, para con
los migrantes venezolanos, en articulación con la Corporación Colonia de venezolanos
en Colombia (Colvenz) y con Emprecolven; realizando actividades y campañas como
“Abraza a un venezolano” (El Derecho a no obedecer, 2018) y las Ferias de
Empleo para venezolanos en Medellín. Con estas iniciativas, se fortalece además
la integración y la movilización social, las cuales son vitales para la cultura
política, ya que estas formas de
“asociaciones
cívicas, por ejemplo, refuerzan los «hábitos anímicos» que son esenciales para
unas instituciones democráticas estables y eficaces” (Putnam, 2011, pág. 44).
Para concluir, como lo
decía Steven Pinker esta semana: hemos progresado como humanidad, gracias a la
ciencia, la razón, el humanismo y la democracia, así que, si se analizan bien
los diferentes indicadores de bienestar global, las tendencias a futuro son
positivas. Por tanto, si bien tenemos grandes retos con la llegada de tantas
familias venezolanas, también tenemos grandes oportunidades de superarlos, de
aprender, dar lo mejor de nosotros y avanzar juntos como sociedad.
Los aprendizajes en
términos de cultura política con la llegada masiva de venezolanos, están por un
lado ligados a reconocer que las decisiones políticas que se toman individual o
colectivamente, impactan en nuestra vida, por lo que se nos convoca a aprender
de estas experiencias, a seguir madurando y mejorando en cultura política, para
no repetir los mismos errores; pero también, por otro lado, son aprendizajes
ligados a aprovechar esta coyuntura para seguir floreciendo y creciendo en
valores democráticos, y para seguir sensibilizando y formando a la ciudadanía,
como lo han venido haciendo diferentes personas y organizaciones, con el fin de
evitar que la extrema derecha se aproveche de la desinformación y el miedo de
los colombianos y con el fin de cultivar una cultura de protección de derechos
en la ciudad.
Se aprende también, a
pensar en el otro, a ser conscientes de que todo está en constante cambio, y la
vida da muchas vueltas, hace unas décadas, eran los colombianos quieres
migraban a Venezuela, hoy los recibimos y depende de nosotros su inclusión,
para construir tejido social con ellos y crecer en capital social.
Nos queda también, el
llamado a pensar en cómo contrarrestar los discursos de odio y de rechazo hacia
los migrantes y cómo hacer pedagogía política, para que algunos sectores
políticos radicales, no se aprovechen de este fenómeno, en especial, encostalando
sin ningún sustento real, a todos los sectores de izquierda y centro izquierda
colombianos, como seguidores del Régimen de Maduro o del “castro-chavismo”,
solo con el fin de manipular al Pueblo y conseguir sus triunfos electorales.
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